En la antigüedad, los chinos tenían una curiosa técnica de detección del engaño: se le daba al presunto culpable a masticar un puñado de arroz. Si este lo hacía con facilidad, lo declaraban inocente. Se cree que sabían que la descarga del sistema nervioso simpático, en momentos de
estrés, impide la secreción de las glándulas salivales, provocando así la sequedad de la boca.
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